14/10/10

Todo llega cuando tiene que llegar para quien sabe esperar

Sólo me queda una galleta en la caja, y alguien se la come poco a poco. Pero decir “ya basta” y cambiar las cosas sí es un síntoma de cobardía. Hay que dejar las cosas pasar en este galimatías que es la vida, lleno de metáforas e ironías. Que todo llega cuando tiene que llegar para quien sabe esperar.
La impaciencia es un problema. Para mí, para ti, para ella, para él, y para la otra. Y para alguien más, seguro. Un problema que nos lleva a actuar de forma impulsiva, sin pensar. Bueno, pensando sí. Pero sin pararnos a pensar en que estamos pensando. Porque cuando se piensa sobre pensar es cuando las cosas se planifican. Y aunque lo planificado es lo aburrido, también es lo seguro. Y si no sabes lo que quieres es que no hay nada seguro. Y aquí casi nadie sabe lo que quiere. Ni yo, ni tú, ni ella. Ni alguien más, seguro.

Siempre pensé que compartir era algo bonito, algo altruista. Cuando era pequeña y tenía dos caramelos uno se lo daba a mi mejor amigo. Pero cuando veía a otra chica mirar mi caramelo con congoja el sólo pensar que yo ya me había comido uno, me hacía inconscientemente dárselo. Cuando tenía algo de dinero, que era pocas veces, me alegraba de poder invitar a la gente a algo. Cuando alguien constipado moqueaba a mansalva y me pedía un pañuelo, y yo le daba todo el paquete e insistía en que se lo quedara, las “gracias” compensaban las pérdidas con creces y me hacían ganar mucho más que lo que ya no tenía.

Y es que compartir es algo maravilloso. Hasta que creces y te das cuenta de que compartir apesta. Cuando sabes que hay algo que te pertenece porque aunque esté en otra persona forma parte de ti, y alguien se lo come, ….. No sabes ni qué sentir. Alguien se está comiendo mi galleta. Y no soy yo. Y es mía. Porque hay algo de mí en ella. Y compartir apesta y la confianza da asco. ¿Y qué confianza ni qué leches? Aquí nos conocemos, nos queremos y nos comprendemos todos. Y nadie es capaz de decirle a otro lo que siente o lo que quiere.

Ya he dado muchos pasos en este camino bacheado. Me toca pararme a esperar, porque todo, al fin y al cabo, aún está por llegar.

Y esto es, sin duda, un final.

2 comentarios:

Cath Von T dijo...

Hace relativamente poco escribí en mi blog: "Lo peor de ser tan paciente es que no me canso de esperar".

Lo fastidioso de crecer es que es un arma de doble filo, creemos que lo tenemos todo planificado porque hemos pensado que lo pensábamos, cuando es mentira; nunca contamos con que se puedan comer nuestra galleta porque en el fondo creemos que ya hemos llegado al límite en esto de aprender y darnos trompazos en el camino bacheado. Nunca se acaba, los finales son principios diferentes, las galletas son un bucle.
Y a lo mejor, las galletas son una forma cobarde de distinguir a todas las rosas para decir lo que se siente, aunque es egoísta... porque todos necesitamos que nos digan lo que realmente piensan. A veces deberíamos comportarnos otra vez como cuando éramos niños, sabiendo lo que sabemos ahora sería perfecto.


No te firmo nunca y cuando te firmo te pongo la biblia, pues ahora te aguantas.

Prado dijo...

Lo peor de ser tan paciente es que no me canso de esperar que me firmes.

Y lo peor de hablar tanto contigo es que me das demasiadas ideas para escribir y como en el fondo vienen de ti, cada vez son más raras y se entienden menos.

Al menos me alegra que tu lo comprendas.

"los finales son principios diferentes" (Y) mola