28/12/09

Despropósitos de año nuevo

Como todos los años, una gran cantidad felices ilusos creen que el comienzo de un año supone el mejor momento para empezar una vida nueva. Que se presenta ante ellos una oportunidad para cambiar de vida.

Al margen de los inexistentes motivos por los cuales esas personas piensan que el comienzo de un año es el mejor momento para cambiar, y no cualquier otro de los 365 días del año restante, dichos especímenes, cargados de un estúpido atisbo de esperanza y lucidez, creen que son capaces de sacar a delante una cantidad seguramente no inferior a cinco propósitos.

Los típicos tópicos que forman esta costumbre anual (véase: dejar de fumar, no beber tanto, hacer deporte, comer más fruta y verdura, levantarse temprano, ver menos la tele, leer más, estudiar más, pasar más tiempo con la familia, ser menos borde y más alegre, etc.) se consagran formando parte de una gran lista que ocupa un lugar privilegiado en el cuarto o el despacho de susodicho elaborador, en el centro de todas sus miradas, o en su defecto, formando parte de un minúsculo y arrugado trozo de papel cuyo autor cuidará de llevar siempre encima para poder ojearla cuando desee.

Entonces llega el día 1 de Enero, ese que habían señalado en el calendario como el día en que nacería una persona con buenas costumbres, una persona que se levantaría temprano, desayunaría fruta, buscaría un libro interesante que leer y se iría a pasar la mañana con sus abuelos. Pero lo que nuestro feliz iluso no tuvo en cuenta es que ese mismo día estuvo celebrando Noche Vieja hasta las 6 de la mañana, aprovechando que el año de las malas costumbres terminaba acabándolo lo peor posible. Así pues, con un sueño insoportable nuestro ejemplar ejemplo apaga el despertador. La resaca nacida de pasar de las uvas y el champan a las cervezas y cubatas, hace retumbar en su cabeza la idea de levantarse, pero aun así, haciendo gala de una voluntad inesperada, se levanta con el objetivo en mente de desayunar. Sabiéndose despreocupado se percata de que no acostumbra a tener fruta en su casa y no tuvo en cuenta además, comprar para ese señalado día. Por tanto, y como un propósito tendrá que aguardar hasta mañana, ¿porqué no pueden ser dos?, porque a nuestro amigo le apetece mucho muchísimo un cigarro. Entonces se dirige a una olvidada y polvorienta estantería donde algunos libros y sobre todo revistas y más revistas de los más mundanos contenidos, se almacenan en un clamoroso ejemplo de entropía. El sueño, el cansancio, la resaca, y el haberse olvidado de ponerse las gafas le impiden leer los títulos de los volúmenes, lo que hace que dicha tarea quede postergada a un momento de mayor lucidez. El siguiente paso consistía en ver a los abuelos por lo que trata de arreglarse un poco. En el espejo observa la mirada de una persona desecha, ojerosa, desaliñada y pálida, pero creyéndose capaz de contemplar aún más decadencia humana comienza la infructuosa búsqueda de las llaves del coche que esa misma noche había arrojado en plena oscuridad. Así pues otro propósito más que se va al garete el primer día del año.

Los siguientes días, más lúcidos, si es posible observar en nuestro sujeto una auténtica voluntad y deseos de alcanzar sus objetivos y metas, pero conforme van pasando los meses se va olvidando de estos ya que en su camino se cruza la pereza. Y de ahí viene la angustia de saberse un pusilánime incapaz de cumplir con sus metas, luego la depresión, y ya cuando se empieza a sentir totalmente incapaz, se da cuenta de que es noviembre, y comienza otra vez a pensar en los propósitos de año nuevo.

Y como todos los años, esos estúpidos ilusos no se dan cuenta que si quieres cambiar, en efecto, no tienes más que proponértelo. Pero si te propones muchas cosas a la vez lo más probable es que no puedas con ellas. Para tener éxito es más productivo proponerse sólo una, y después otra, y así.

27/12/09

Sin comentarios.. ¿verdad?

Bueno, ya que tengo blog voy a aprovecharlo para hacer públicas algunas de mis grandes obras de arte.
Si no pongo más es porque sólo llevo pintando 5 meses, aunque ya se ha convertido en una de mis granes pasiones.

Espero que os quedeis asombrados. Eso sí, al natural son más bonitos.

Los dichosos tulipanes


La guitarra azul


Prado verde con árboles


Bodegón


(Este cuadro es más grande que yo. Y además lo he vendido)

Sí , lo sé. Soy poco original poniendo nombres...

19/12/09

Prohibido


Bien es sabido, pero realmente es poco conocido, que prohibir algo es despertar el deseo.

Aquellas cosas que se nos prohíben se vuelven tentadoras. ¿Porqué? Hay quien afirma que disminuye el deseo sobre todas las cosas cuando resulta demasiado fácil conseguirlas. Esto es porque el deseo muere automáticamente cuando se logra lo que se desea. Lo que nos atraía de ese algo es que era utópico, imposible, un reto, un estímulo.

Pero lo que hace que nos resulte tentador es que cuando algo se nos prohíbe nace en nosotros la creencia de que se hace para privarnos de algo. Las personas son seres curiosos por naturaleza, (la curiosidad es muy importante para el desarrollo cognitivo) y por ello han de conocer las razones por las que algo se veda.

Y las razones que nos llevan a hacer algo que sabemos que no debemos hacer, pueden ser debidas al deseo de destacar, de ser el centro de atención al ser rebelde e ir en contra de lo establecido. También resulta un estímulo hacer cosas prohibidas porque las que no lo están son las que hacemos constantemente, y a veces, salir de la rutina reconforta.

La ciencia por lo visto no se ha dedicado a investigar excesivamente sobre este asunto, porque claro, me dijeron que no fumara, y acabé fumando; me dijeron que no bebiera, y más de lo mismo; me atraía el novio de una amiga, y la acabé jodiendo; etc.

La moraleja de esto, si es que la tiene, es que se debería permitir todo, y se deberían eliminar los tabúes, sin que nada estuviera mal visto; entonces no existiría la tentación de probar cosas por el mero hecho de que están a nuestro alcance, actuaríamos con plena libertad y las únicas limitaciones que nos impondríamos nacerían de nuestra propia lógica y razón, lo cual nos haría más inteligentes.

14/12/09

Esta Navidad...


...que paren el mundo que yo me bajo.

La Navidad es la supuesta época del año en la que se celebra el nacimiento de una persona que murió luchando por el amor, la austeridad, la humildad, el comunitarismo utópico y en contra de todo lujo innecesario. Paradójicamente, ésta también es la época en la que reina el consumismo desmedido, la avaricia, el interés y donde se mide el valor del amor con dinero y objetos.

Sí, lo reconozco. ¡Odio la Navidad! ¿Qué pasa?

Pero no le tengo manía por esa empachante costumbre de organizar cenas por aquí y comidas por allá, haciendo gala de una opulencia desmedida, sino por la hipocresía que reina en el ambiente. En estas fechas lo que se celebra realmente es el Capitalismo, aunque la industria publicitaria consigue camuflarlo de cristiano, entrañable e inofensivo.

Y puede que me haya adelantado un poco y haya escrito esto antes de las verdaderas fechas de Navidad. Será porque he sucumbido al chantaje publicitario navideño, a ese bombardeo de anuncios de juguetes y perfumes, de jamones y langostinos, de bombones, cavas y loterías, y siento la necesidad de expresar la emoción que embarga a mis sentidos. Esa emoción capaz de crear en todas las personas un sentimiento colectivo. Y está claro que donde todos piensan lo mismo, es que nadie piensa mucho.

Pero ahí estoy yo para devolver a su color original al gordo de Santa Claus, poniendo verde a estas estúpidas fiestas religiosas que nuestro gobierno laico se empeña en celebrar.

También es curioso ver como en estas fechas aparece el sentimiento solidario. Innumerables campañas de recogidas de alimentos y juguetes, donaciones, galas benéficas, etc, etc. Se recoge de todo con el objetivo de enviárselo a los niños de países subdesarrollados, esos niños que no saben qué puñetas es la Navidad (ni falta que les hace), y que se extrañarán de que personas de otros lugares se acuerden de ellos tan solo una vez al año.

Precisamente en la época en la que deberíamos concienciarnos de las desigualdades que hay en el mundo, del hambre que pasan personas mientras nosotros tenemos suculentas cenas, aparece el gordo de rojo, que cómo no, forma parte de una campaña publicitaria, capta nuestra atención, nos aleja de la cruel realidad y nos hace comprar regalos y mas regalos siendo esclavos mentales de un monstruo capitalista y consumista.

Parece que me encanta meterme con las tradiciones religiosas. Pero no. Vivimos en una sociedad y en una época en la que cada fiesta tiene un trasfondo de intereses económicos. Así como la Navidad es la que más beneficios aporta a todos los sectores y es la más extendida, es del mismo estilo que el día de San Valentín, el de la Madre o el del Padre. Al menos esas celebraciones suponen el envío de tarjetas de felicitación y ramos de rosas, no como estas fiestas que además fomentan la pesca masiva de marisco en España, y la masacre de pavos en EE.UU., para ser comidos en la cena de Nochebuena.

Creo que lo único bueno que tiene estas fechas es que hace frío.

Por cierto, hace años leí una carta a Papa Noel que me hizo tanta gracia que acabé por aprendérmela de memoria. La recomiendo.

3/12/09

Autocensura


No penséis queridos lectores que yo soy una persona refinada a la que le gusta hablar (escribir, expresarse) de una forma elaborada, con un cuidado por el léxico, la gramática y el estilo muy preciso. No. Bueno sí, un poco. Me gusta escribir bien en la medida de mis capacidades, y además, pretendo hacerlo, porque algún día me gustaría ganarme la vida con lo que escribo.

Pero no por ello debéis pensar que hay veces, y en especial al tratar algunos temas de los que escribo en este sitio, en las que no me dan ganas de usar expresiones poco apropiadas, como las que me estoy conteniendo de ejemplificar ahora mismo porque no quiero mostrar una imagen de grosería y vulgaridad. Pero hay veces en las que esas palabras se pasean de mi mente a mis dedos desando salir. Y yo no las dejo. Y esa es la censura más dura a la que puede someterse una persona, a la suya propia. Y es algo que muy poca gente valora y respeta.

Pero la censura que me auto impongo tampoco es tan grave. Al menos si la comparamos con la de otras personas. Aquellas que se niegan a sí mismas lo que son, por miedo a lo que sea.

Y aunque yo respeto y valoro la censura que se auto imponga la gente (la única que respeto), considero que una persona que se niega lo que es, que tiene miedo de decir lo que es, o que no está conforme con lo que es, es una persona sin personalidad.