31/1/10

Frikis


La palabra friki está bastante desprestigiada y se usa a menudo como insulto. Es un término peyorativo que hace referencia al individuo de apariencia o comportamiento inusual que se muestra interesado u obsesionado por un tema específico. Estos suelen ser la ciencia ficción, la fantasía, el manga, el anime, los videojuegos, los comics y la informática. Estos temas se caracterizan por no estar bien vistos y aceptados por la sociedad, considerándose normalmente infantiles e inmaduros.

Pero los frikis también se caracterizan por quedarse en su casa pese a que fuera haga el día más maravilloso del mundo, por no tener pareja (y si la tienen es una friki), por no gustarles el deporte en general, por tener amigos frikis (en consecuencia pocos amigos), por ser propensos al sobrepeso y la miopía, por tener conversaciones apasionadas acerca de superhéroes o elfos y por coleccionar comics o muñecos en sus cajas.

Pocos saben que la vida de un friki es una triste historia:

Un friki nace. Crece como el resto de los niños. Un día llega a él un comic, una serie anime, un libro de El señor de los anillos o Harry Potter o un ordenador, y desarrolla por él un interés especial. Luego llega el primer día de colegio. Como lleva gafas y está gordito se sienta al final para que lo vean mucho. No sale al recreo porque prefiere leer su comic. A partir de ahí lo tiene todo en su contra. No es ni de los populares, ni de los listos ni los fuertes y gamberros de la clase, es el raro marginado. Es el último en ser elegido para los equipos en gimnasia y también para los grupos de trabajo. Cuando llega el verano se queda en casa para jugar al rol con más niños raros o para disfrazarse de Frodo o Luck Skywalker, y cuando debería salir a divertirse se queda con la pantalla del ordenador como única compañía. Por eso al final del verano sigue siendo blanco como las paredes y es el blanco perfecto para las burlas de sus compañeros de colegio. Entonces crece, estudia una carrera (normalmente relacionada con la informática), se independiza y como su madre ya no puede amenazarle con nada éste comienza a vestirse como quiere. Compra por internet camisetas como estas:



Pero lo cierto es que nuestro friki no está solo. Hay muchos más como él. Escondidos debajo de las piedras o tras sus capas de invisibilidad se ocultan entre el resto de los mortales. Los hay a patadas. Posiblemente alguno esté leyendo esto. Y es que para ser friki no tienes por qué haber hecho cola durante un día para asistir al estreno de El señor de los anillos, ni haber leído Harry Potter tres veces, ni haberte descargado el guión de La guerra de las galaxias, ni saber élfico o saber pasar de binario a decimal o tener un disfraz de Superman o la carrera de informática.

Friki es cualquiera que se obsesiona por algo. No tiene porqué llegar a hacer de eso su forma de vida, pero sí le llega a influir en cierta medida. Y eso es bueno.

Qué aburrido sería lo que nos rodea si a todos nos gustara lo mismo. Si todos nos vistiéramos igual o si no pudiéramos seguir entusiasmándonos como niños con un comic. Es friki el que sólo escucha un estilo de música. La que lleva el pelo siempre con coleta. El que sólo escucha la SER. El que pasa más tiempo en el McDonald que en su casa. La que solo bebe Coca-Cola light. El que le apasiona la historia como el que le apasionan los coches.

A todos nos gusta algo especialmente y  por ello dejamos que nos influya. Somos un poco fanáticos y extravagantes. Ser frikis nos hace diferentes y especiales.



Sí, soy una friki orgullosa.

25/1/10

Sobredosis de café


Tengo mucho que estudiar
Porque estoy de exámenes
Y como no me concentro
Pues bebo café

Mucho café
Llevo ya casi diez en un día
Estoy histérica perdía
Doy vueltas por mi cuarto
No paro de ir al baño
Y me ha dado por bailar

Bailando me he tropezado
Me he caído
Y me he hecho daño

Después me ha llegado la inspiración
He pintado un cuadro
Me he ensuciado entera
Y me he bañado

He vuelto a visitar a la cafetera
Tengo que estudiar
Pero me ha dado por escribir
Un poema sin sentido
Sin rima ni nada por el estilo

Estoy histérica perdía
Creo que es un problema con la cafeína
Ya son las dos de la mañana
Y no me puedo dormir
Tampoco me concentro
Tengo ganas de reír

Que gracia me va ha hacer en unas horas
Esto del café va a ser la última vez
Por no poder no puedo ni acabar esto
Así que no me complico
Y aquí os dejo

20/1/10

Divagaciones de una pesimista

Retomando los cauces originales de los propósitos de este blog y mis ganas poco renovadas de seguir escribiendo sobre lo poco que se me pasa por la cabeza, voy a continuar criticando.


Pero esta vez a mí misma. Porque lo que más odio en este mundo es la hipocresía, y he acabado siendo una hipócrita.

Porque odio a la gente que escribe sobre sí misma como si fueran lo más importante del mundo, o como si todos los demás estuviéramos deseosos de saber sobre ellos. A esas personas no demasiado aceptadas socialmente que se sienten marginados y diferentes y que por eso les da por pensar y divagar y finalmente, y eso es lo peor, plasmarlo por escrito en internet.

Odio esos dolores de cabeza que la gente transmite, esos quebraderos que no nos importan lo más mínimo pero que aun así, acabamos leyendo para no sentirnos tan desdichados y poder reconfortarnos con la desgracia de los demás.

Y es que se ha puesto de moda, en esta vulgar e inculta sociedad, expresar esos sentimientos de inaceptación e inadaptación. Estúpidos y más estúpidos individuos que sospecho que se encontraran en esa feliz etapa de la vida que va desde los 15 hasta los 21 años, esa etapa en la que uno se conoce a sí mismo a base de desengaños y frustraciones, y que por consecuencia, andan previniendo al resto de personas sobre sus ralladuras mentales.

Pues ahora me toca a mí.

Creo que la suerte es de quien se la merece, que cada uno recoge lo que siembra. Pero la vida aun así es injusta. Y supongo que será porque no hacemos más que pagar lo que hicimos en otras vidas. Por eso ahora me pregunto que debí hacer en el pasado para tener tan mala o tan buena suerte. Porque soy desdichada hasta para saber si tengo buena o mala suerte.

Y hay que darse cuenta de lo vanidosos que somos. Sólo hay que mirar a nuestro alrededor y darnos cuenta de lo que te tenemos y no apreciamos. Lo damos por hecho. Como si fuera así por ley, pero no lo es. Y muchos tenemos más de lo que merecemos.

Pero cuando nos lo dan todo hecho y nos sobra el tiempo y las ganas ocurre que pensamos. Mientras unos mueren de hambre otros mueren de codicia, mientras unos mueren de enfermedades físicas otros mueren de enfermedades mentales surgidas de tanto pensar.

Y mientras que se supone que hemos nacido con suerte estaba claro que no la merecemos, por eso ahora nos toca odiarnos a nosotros mismos, no gustarnos, querer cambiarnos. Tener una vida superficial y vanidosa sin apreciarla. Sin vivirla.

Pensamos que la vida nos debe algo, que algún día nos llegará nuestro momento. La gente cree haber nacido con un talento, convencidos de que han nacido para cumplir una misión. Creemos que somos especiales y que algún día la humanidad nos lo reconocerá.

Sin embargo, según vamos creciendo cometemos el error de conocernos. Nos damos cuenta de solo estamos aquí para tomar parte de ese proceso de producción en cadena que acaba en nuestra muerte. Y es que no somos nada.

8/1/10

Poesía en prosa. Lolita

Pueden confiar en que la prosa de los asesinos sea siempre elegante.” Vladimir Navokov. Lolita. No creo que haya otra frase en el libro que lo describa mejor.

Poco se puede decir ya de una novela tan universal, magnífica y compleja como esta, y aunque mi opinión valga muy poco, es una obra que se merece unas palabras más.

Me ha parecido un libro memorable. Y no por la historia que en él se narra, si no por cómo se narra. Escrito en un formato desconocido para mí (confesión autobiográfica) y un género que nada aprecio, (literatura erótica), Lolita es una obra conmovedora tanto por su crueldad como por la forma exquisita con que se narra. Cierto sin embargo sí que es, que hay partes en que la lectura del texto se hace ardua y lenta, mas la mayor parte del libro tiene una prosa que rebosa belleza en cada palabra, coma, punto, acento, espacio y letra.

La novela es un fluir de sentimientos y emociones sin la más mínima limitación, la liberación de la máxima expresión para demostrar la más pura pasión y devoción por una persona y al mismo tiempo, la represión y el desengaño que siente cuando se tiene que negar lo que más anhela pues en el fondo sabe que lo que hace está mal. Pero aun así le resulta imposible reprimir su impulsivo deseo. Por eso mismo, el protagonista que nos narra su historia es un personaje que inspira odio, desprecio y repulsión. Es un pederasta que destroza la vida de una niña de 12 años por que no es capaz de apagar sus deseos. Una persona ruin y egoísta. Pero tan insólita es su pasión por Lolita, que ésta, a mi parecer, ha de verse afortunada en su desgracia, porque ninguna mujer ha sido descrita y evocada, amada y deseada, como ella. Y por eso el protagonista llega a conmover al lector, que se compadece de su triste final por un amor no correspondido ilegal a los ojos de los demás.

“Me gustaría describir su cara, todo su ser… y no puedo, porque mi propio deseo por ella me ciega cuando está cerca.”

Alejándome ahora del aspecto prosaico y centrándome en la historia, ésta me ha parecido sabrosamente insípida. Difícil de describir el sabor que me ha dejado porque si bien Navokov es un gran escritor, ha sabido dejar muchas puertas abiertas. Relata la lucha interna del protagonista, su deseo por Lolita y también su conocimiento sobre la ilegalidad de sus actos, y aun así ni condena su acción ni se compadece de su sufrimiento. Refiriéndose el narrador del libro a sus lectores como “señoras y señores del jurado” nos deja en medio de su lucha interna teniendo que decidir y debatir sobre muchos tabúes de la sociedad en la que vivimos. Nos corresponde condenar o comprender a Humbert Humbert.

Para mí una novela sublime con, además, (siempre bajo el estilo del traductor), uno de los principios más elegantes que he leído y leeré y con el que concluiré mi opinión:

Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta.
Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, cuando estaba derecha, con su metro cuarenta y ocho de estatura, sobre un pie enfundado en un calcetín. Era Lola cuando llevaba puestos los pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos fue siempre Lolita.