26/6/09

La televisión


Si nos dedicáramos a ver la caja tonta de una forma analítica nos daríamos cuenta de que hoy por hoy, y por lo menos en España, la mayor parte de la programación está ocupada por programas de cotilleos, en los que participan personas de poca educación y cultura y que discuten de malas maneras sobre temas absurdos. Éstos se alimentan básicamente de otros programas también a la alza llamados reality shows, en los que se exaltan las malas relaciones y la promiscuidad, en una idea desfigurada de éxito en la que los niños encuentran modelos a seguir. Las programaciones de las cadenas por las tardes suelen ser: el reality shows, con tres horas de anuncios, el programa de cotilleo sobre el reality, con más horas de anuncios, y finalmente las noticias.

Pero claro, si somos listos y los comparamos, los servicios informativos son más bien des-informativos. Las cadenas poseen un amplio abanico de métodos para ensuciar un telediario, que van desde el engaño al contar una noticia, hasta el ignorar lo que no interesa e informar solo de lo conveniente. Cada una de ellas, fuertemente influenciados por una ideología política en concreto, nos cuentan los sucesos desde puntos de vista poco objetivos. A parte, hay otros telediarios que realmente son espacios de publicidad [el de Antena 3], en los que en casi cada noticia que dan se percibe claramente que han cobrado por ello (estrenos de películas, nuevos discos, giras, nuevas tarifas y servicios de empresas...).

Otra gran queja popularmente conocida es la cantidad de tiempo que se dedica al deporte en los informativos, que además son muy parciales y solo existen para ellos el Real Madrid y el Barça; cadenas que no informan adecuadamente de eventos como la Formula 1 o el motociclismo si no pertenece a su programación, etc. Así se producen auténticas guerras entre cadenas para emitir fútbol perjudicando a los aficionados.

Las series son siempre iguales. Casi siempre las mismas temáticas (comedias familiares, médicos, policías, adolescentes guaperas, etc.), aunque al final luego se reduce todo a temas personales, amoríos entre personajes, peleas... Originalidad cero. Para colmo, capítulos larguísimos que ya empiezan tarde y acaban más tarde todavía. Además, las repeticiones de capítulos y programas son excesivas.

En cuanto a la programación infantil hay que destacar que brilla por su ausencia. Los niños de hoy meriendan con Paquirrín en vez de con Oliver y Benji.

La televisión pública es igual de mala que la privada, pero encima recibe dinero de los impuestos.

No se respeta al espectador:
Los horarios de la programación no se cumplen, la publicidad es excesiva. Ya no se contentan con los cortes publicitarios sino que ensucian la pantalla durante los programas con más anuncios en las esquinas de la pantalla, anuncios cada vez más grandes y que a veces llegan a ocupar toda la imagen. Las cadenas se pelean entre ellas colocando sus mejores series y programas los mismos días y a las mismas horas que la competencia, para que no se puedan ver todos.
Actualmente, como venía siendo usual en las casas de las personas medianamente cultas, se está asentando la tendencia de no tener televisor. Ya que se está convirtiendo en un símbolo de incultura.

Por todo eso y porque valoro mi tiempo, no veo la tele.

25/6/09

Paradojas

Soy una persona anti convencionalista. No me gusta lo estereotipado, hacer lo que hace siempre la gente, lo que está considerado como lo normal. Por eso, y aunque suene algo contradictorio, me he vuelto cínica hacia la sociedad actual, hacia la modernidad. Antes las cosas no funcionaban tan disparmente.

Por ejemplo, hoy en día tenemos casas grandes, pero contrasta por que las familias son más pequeñas y hay hogares desechos.
Tenemos más facilidades para hacer cualquier cosa, pero no tenemos tiempo para hacerlas.
Obtenemos más preparación, nos educan desde pequeños para ser alguien de provecho pero no adquirimos sentido común. Tenemos más conocimiento sobre las cosas pero distinguimos menos entre lo que está bien y lo que está mal.
Hay más expertos y científicos, pero más problemas al mismo tiempo.
Existen más medicinas pero menos bienestar.
Aumentan nuestras posesiones al tiempo que disminuyen nuestros valores. Gastamos mucho en cosas, pero no poseemos nada de auténtico valor.
Hablamos poco pero mentimos demasiado.
Hemos aprendido a ir más rápido, pero no a esperar.
Hay grades edificios y construcciones, pero puntos de vista más estrechos.
Tenemos muchos métodos de entretenimiento, compramos más cosas, pero no sirven para divertirse.
Tenemos más alimentos, más comida, pero menos nutrición.
Escribimos más pero aprendemos menos, planeamos más pero logramos menos.
Reímos poco, nos enfadamos demasiado, leemos poco, vemos mucho la televisión. Se han mejorado las técnicas de información y comunicación, pero todos sabemos lo mismo porque casi no nos comunicamos.

Hemos aprendido a ganarnos la vida pero no a vivir.
Le hemos dado años a nuestra vida, pero no vida a nuestros años.

Lo último que uno sabe es por donde empezar


Todo comienzo tiene su encanto y no desaparece nunca, ni siquiera con un final. Este comienzo implica la obligación de tener que elegir un camino.

Cuando se trata del comienzo de un texto se escribe un sendero de palabras austeras que no intentan develar misterios ni mucho menos comprenderlos. Palabras que son sólo eso y no tienen mayores pretensiones que existir.

En el comienzo de un porvenir, el sendero que se recorre lo crea el tiempo. Lo que quieres recorrer ahora siempre pertenece al futuro y lo que te gustaría volver a andar ya es pasado. La historia que creas a tu paso es un incesable volver a empezar. Esto ya lo he vivido, esto me recuerda a algo. No quiero volver a pasar por ahí. Pero en realidad nada es igual. Lo que has andado te ha cambiado. Para bien o para mal has perdido la esencia de tu comienzo.

Empezamos llorando, y al recorrer el sendero comprendemos porqué. Recorriendo el camino tropezarás con una piedra y te caerás. Herido y enfadado entenderás que no te queda otra que seguir adelante. Seguramente a partir de entonces te fijarás más en el suelo y ya no mirarás al cielo imaginando que puedes volar para asegurarte de no acabar yaciente y aturdido otra vez. Al ver a lo lejos ese nuevo obstáculo que ante ti se muestra, decidirás si te arriesgas a pasar por el de nuevo o, si en cambio, decides tomar el camino que parece más sencillo. El tiempo sigue avanzando y no te puedes parar a meditar. Si el sufrimiento anterior te ha hecho fuerte y te ha enseñado a evitar las caídas seguramente no torcerás tu destino. Pasarás por ahí consciente de lo que te espera y atento ante el peligro.

Los comienzos suelen ser caminos de flores entre nubes de algodón. Tú creas tu propio camino y si se tuerce es por tu culpa.

17/6/09

Un chiste

Yo no entiendo a las personas racistas. Los prejuicios hacia las personas de otro país ya sea por sus costumbres, su color o su lengua. Otra cosa son los estilos de vida que lleven y el grado de opresión que ejerzan ellos mismos a colectivos inferiores de su propia comunidad. Eso no es respetable. Pero no es para que nosotros, que tenemos el privilegio de vivir en un país desarrollado, prohibamos el derecho de cualquier persona a tener una mejor calidad de vida.
Y menos teniendo en cuenta que muchas veces en esos temas nos equivocamos. Tal y como le dije a un amigo mio inmigrante, los prejuicios por el color de las personas no tienen sentido:

Le dice un amigo negro a su amigo blanco:
Yo cuando nací era negro, cuando crecí seguia siendo negro, cuando voy a la playa soy negro, cuando tengo pánico soy negro, cuando hace frio soy negro, cuando me pongo enfermo soy negro, y cuando me muera seguiré siendo negro.

Pero tú, amigo mío, cuando naciste eras rosado, cuando creciste te volviste blanco, cuando vas a la playa te pones rojo, cuando hace frío te pones azul, cuando estas enfermo verde, cuando tienes pánico amarillo, y cuando te mueras te pondrás gris. ¿¡Y todavía tienes el valor de decirme que yo soy de color?!

11/6/09

¿Contradicción?

"Disfrutamos del calor porque hemos sentido el frío. Valoramos la luz porque conocemos la oscuridad. Y queremos felicidad porque hemos sufrido tristeza." David Weatherford



Según este autor solo apreciamos las cosas porque la alternativa es peor. Y tiene razón. Las cosas que se contradicen se complementan. Una no es nada sin la otra.

No sabría valorarte si no supiera qué es no tenerte.