26/10/09

Intentando expresar


La necesidad de escribir me agota. Me siento delante de las teclas del ordenador y las palabras dispersas por mi cerebro me saturan gritando que quieren salir. Pero no sé cómo explicarles que yo no se lo prohíbo. A veces incluso entreabro la boca y susurro esas palabras para ponerlo fácil. Pero a la vez que salen vuelven a entrar por mis oídos sin ni siquiera darme cuenta. No sé cómo librarme de ellas, yo quiero sacarlas pero ellas no quieren salir.

Puede que sea porque no son palabras. Son sentimientos o imagines. Es miedo, alegría y ambición. Demasiado contenido para explicarlo con palabras. Del mismo modo que prefiero que estén dentro de mí, me gustaría dejarlos por escrito para poder recordarlos.

Algo tiene que salir y ser expresado. Asi que siguiendo el hilo de mis pensamientos, removiendo en mis recuerdos he encontrado un breve instante que me ha hecho sonreír incontables veces. Y no sé cuantos años hará de eso, pero merece la pena intentar contar lo bonito que fue.

Mientras abrazaba a un buen amigo le besé. Él me devolvió el beso sin ningún tipo de reproche. Cuando fui consciente de lo que había hecho le pedí perdón; pero él no me perdonó porque sabía que yo no lo sentía.

Pocas veces me he sentido tan comprendida y tan desprotegida.

25/10/09

Revolutionary Road


Sam Mendes vuelve a dejarnos maravillados tras American Beauty y Camino a la perdición con un guión que hace gala de un estilo impresionante. Además, no solo la dirección y las actuaciones de la pareja protagonista son admirables. La fotografía y la banda sonora también están a la altura acompañando perfectamente la trama.

La película cuenta la historia de April y Frank. Ambos se aman, pero cuando se mudan a una reluciente casa en la estereotipada calle Revolutionary, el vínculo matrimonial se resquebraja lentamente en un círculo vicioso de discusiones, amargas riñas e infidelidad. En este film vemos qué hay dentro de esas casas de fachadas perfectas, dentro de esos rostros aparentemente felices. Una reflexión durísima hacia el estilo de vida de esposos trabajadores y mujeres perfectas que se dedican a criar a unos hijos que aspiran a lo mismo.

Una crítica que ataca directamente a las aspiraciones, a las esperanzas vacías, a la hipocresía de la sociedad, de unas personas que tratan de esconder sus frustraciones, de disimular sus fracasos.

Para mí, la mejor escena de la película es la última. Cuando Frank se muda de casa, su supuesta amiga comienza de despotricar contra ellos, demostrando toda la envidia que les tenia por considerarlos mejores. Su marido, que está a su lado mirándola y oyéndola se lleva la mano a su audífono y baja su volumen, hasta quedar totalmente en silencio. La película termina. Ya nada importa. A ese hombre le han enseñado que la felicidad reside en casarse, tener una familia y un trabajo digno y estable. Ahora está casado con una persona a quien no quiere, tienen una casa que no le gusta y finge ser feliz. Apaga su audífono para no escuchar, pues detesta lo que está oyendo, es más, no quiere oír porque tiene miedo a enfrentarse con su realidad. Es también una metáfora: está sentado, oyendo a su odiada mujer, esperando a la muerte, viendo como su vida se va apagando como el volumen del audífono.

La película muestra que vivimos sin ilusiones ni esperanzas, y son esas ilusiones las que nos hacen sentir vivos, las que nos hacen disfrutar el momento, las que nos hacen querer que haya un futuro. Que perdemos esas ilusiones con la rutina, con un trabajo que no nos gusta y que, además, no tenemos valor de abandonar.

“Hay que tener valor para vivir como uno quiere.”

En mi opinión es una película de contenido y técnica sublime. No apta para soñadores reprimidos y faltos de valentía o enajenados por la sociedad. Con un dialogo excepcional, unas interpretaciones magnificas y un análisis de las relaciones y la vida increíbles.

18/10/09

Autobiografía



Nací, crecí y mi vida hasta los cinco años pasó sin dejar huella. Mi primer recuerdo, con el que además me percaté de mi existencia se dio en el salón de la casa en la que vivía por aquel entonces, viendo un partido de tenis, la final femenina de Wimbledon entre Steffi Graf y Arantxa Sánchez Vicario. En 1995 me di cuenta de que alguien representaba a mi país, de que alguien hablaba mi idioma por la televisión, y de que esa mujer nos tenía a todos pendientes de ella. Me percaté de la existencia de países, idiomas, competiciones y del apoyo silencioso y la admiración al trabajo de una persona que no conocíamos.

Me pregunté entonces quién era yo, qué hacía allí y a dónde iba a ir. Tres difíciles preguntas a las que darles respuesta con tan solo cinco años.

Desde entonces hasta momentos en los que he sufrido algunos golpes no me lo he vuelto a preguntar. He vivido mi vida en la ignorancia. Viendo los días pasar, sin hacer nada por lo que poder llegar a ser recordada. Siendo mediocre en todo lo que hacía, sin hacer amigos de verdad, sin tener algo más que una simple amistad. Y yo, que me considero inteligente, llegada a este punto me pregunto por qué he sido así.

Si he sido algo en mi vida se me puede definir con una sola palabra. Cobarde. No he tenido valor de luchar por lo que he querido por miedo a perderlo. Pero lo peor es que cuando sí he tenido valor, la vida me ha demostrado que tengo razón. Golpe tras golpe he concluido que no soy más que una más, no hago nada que merezca respeto o reconocimiento. En cuanto a qué hacía allí… sigo sin saberlo. Pero una vez leí una frase que decía “Lo pedí todo a fin de poder disfrutar de la vida, y se me concedió la vida, a fin de que pudiera disfrutar de todo”. Pienso que lo que hago en esta vida es vivirla. Una oportunidad que hay que aprovechar. ¿Y a dónde voy? ¿Cuál es la finalidad de la vida? ¿Ser feliz? ¿Hacer felices a los demás? Ahora estudio. Quisiera ser periodista entre otras muchas cosas. Quiero ser persona, ganarme la vida, arriesgarme en el amor, el trabajo, la amistad, vivir con la libertad que se me ofrece, ayudar a quien lo necesite y poder ayudarme a mi misma sin necesitar a nadie.

Aspiraciones bastante elevadas para tener solo veinte años. Pero ellas dicen lo que soy y lo que he sido. En mi vida pocas cosas me han marcado. Muchas mudanzas, pocos amigos, mucha gente ignorante. ¿Qué es lo que te forma? ¿Tus actos, o las personas que te rodean? Yo he sido una persona tolerante, he visto injusticias y he tratado de cambiarlas. He sido comprensiva y generosa, he ayudado a todas las personas que he podido. He sido ingenua al pensar que podía cambiar algo.

Soy soñadora. Me gustan las artes. Pintar, escribir, la música… me gusta las noches de bohemia, en bares oscuros, con un café y la compañía de otras personas infelices que tratan de cambiar un mundo que nos pasa por encima. La tranquilidad de la lluvia sobre el cristal y una pared desgastada por el tiempo. Nuestras palabras que se las llevan el viento. Una existencia tranquila e intrascendente. Mi aspiración es llegar a una posición ilustrada. Estar por encima de la gente conociendo los limites de los demás, no los míos. Quiero conocernos a todos y desde lo lejos y el olvido ayudar con metáforas y ejemplos.

No soy luchadora, soy pensadora. Me adapto. Sufro y cambio yo, no cambio la situación. Una persona que no llegará a nada. Prefiero ser recordada por lo que enseñé y no por lo que cambié.

Mis actos, mis experiencias, mi vida, mis influencias me han hecho así. Nada que merezca ser mencionado. Todo lo bueno estar por llegar.