25/10/09

Revolutionary Road


Sam Mendes vuelve a dejarnos maravillados tras American Beauty y Camino a la perdición con un guión que hace gala de un estilo impresionante. Además, no solo la dirección y las actuaciones de la pareja protagonista son admirables. La fotografía y la banda sonora también están a la altura acompañando perfectamente la trama.

La película cuenta la historia de April y Frank. Ambos se aman, pero cuando se mudan a una reluciente casa en la estereotipada calle Revolutionary, el vínculo matrimonial se resquebraja lentamente en un círculo vicioso de discusiones, amargas riñas e infidelidad. En este film vemos qué hay dentro de esas casas de fachadas perfectas, dentro de esos rostros aparentemente felices. Una reflexión durísima hacia el estilo de vida de esposos trabajadores y mujeres perfectas que se dedican a criar a unos hijos que aspiran a lo mismo.

Una crítica que ataca directamente a las aspiraciones, a las esperanzas vacías, a la hipocresía de la sociedad, de unas personas que tratan de esconder sus frustraciones, de disimular sus fracasos.

Para mí, la mejor escena de la película es la última. Cuando Frank se muda de casa, su supuesta amiga comienza de despotricar contra ellos, demostrando toda la envidia que les tenia por considerarlos mejores. Su marido, que está a su lado mirándola y oyéndola se lleva la mano a su audífono y baja su volumen, hasta quedar totalmente en silencio. La película termina. Ya nada importa. A ese hombre le han enseñado que la felicidad reside en casarse, tener una familia y un trabajo digno y estable. Ahora está casado con una persona a quien no quiere, tienen una casa que no le gusta y finge ser feliz. Apaga su audífono para no escuchar, pues detesta lo que está oyendo, es más, no quiere oír porque tiene miedo a enfrentarse con su realidad. Es también una metáfora: está sentado, oyendo a su odiada mujer, esperando a la muerte, viendo como su vida se va apagando como el volumen del audífono.

La película muestra que vivimos sin ilusiones ni esperanzas, y son esas ilusiones las que nos hacen sentir vivos, las que nos hacen disfrutar el momento, las que nos hacen querer que haya un futuro. Que perdemos esas ilusiones con la rutina, con un trabajo que no nos gusta y que, además, no tenemos valor de abandonar.

“Hay que tener valor para vivir como uno quiere.”

En mi opinión es una película de contenido y técnica sublime. No apta para soñadores reprimidos y faltos de valentía o enajenados por la sociedad. Con un dialogo excepcional, unas interpretaciones magnificas y un análisis de las relaciones y la vida increíbles.

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