7/3/09

El azar


Tirar una moneda al aire es de lo más sencillo. Y también sería de lo más inútil si en ella no pesara una gran responsabilidad. De ella dependen unos intereses. Algo por lo que las personas pueden llegar a enfurecer si no les conviene el resultado. Pero cuando se realiza este procedimiento siendo un inexperto (como en mi caso) las cosas pueden ponerse muy negras.

La verdad es que cuando se tiene la moneda en las manos lo primero que ronda por la cabeza es: "si la tiro muy fuerte luego no la encuentro", asique con un pequeño impulso la moneda viaja por el aire de una mano a la otra mano que la sujeta fuerte con el puño cerrado. Entonces, ahora toca pensar. ¿Cara o cruz? Y surge el gran dilema: "no me he fijado y no sé qué es cara y qué es cruz". Al menos es fácil de solucionar, con abrir el puño y mirar la moneda es suficiente. (Esto es en el caso estándar en el que el hermano en cuestión no opina que se debe considerar "cara" donde pone el valor de la moneda, porque entonces aquí podría seguir escribiendo sobre cómo se resuelve este conflicto hasta que me dolieran lo dedos de escribir). Se continua, ya sin más remedio, volviendo a tirar la moneda. Y ahora es cuando dices:
- ¡yo, cara!
-¡¡Já!!- es lo que responde tu adversario. Porque, ¿quién decide primero? Y es llegado a este punto donde las cosas se ponen peliagudas y hay que andarse con cuidado si no se quiere acabar el juego de la moneda con puñetazos y patadas.

Por tanto, siendo razonables, se llega a la conclusión de que el honor de tirar la moneda es demasiado grande como para también escoger primero.
- Vale, pues cruz.
Y entonces llegó el momento. Miras la mano temblorosa y con cuidado giras la muñeca para extender la palma hacia arriba. Y lo ves. "Cara. ¡Qué asco de juego! No es justo. No juego más. Yo había elegido primero. No vale." .... pero recapacitas, y se te enciende una bombilla. Piensas, qué pasa si el lado de la moneda no selecciona directamente al que la ha elegido como ganador si no que lo hace como perdedor. Qué sucede si en vez de ser seleccionado como el que manda:
- ¡Hazlo tú, que yo digo que te toca porque he ganado! - lo eres como el que pringa
-¡no!, lo haces tú, porque la moneda te ha dicho a ti.

Pues lo que ocurre es simplemente la hecatombe. Empieza una discusión que pretende solucionar las cosas mediante explicaciones razonables. Éstas, con el paso de los segundos comienzan a transformarse en amenazas. Y así hasta que te percatas de que todavía tienes la moneda en la mano y dices:
- Pues lo hacemos otra vez y a mi manera.

Podría seguir relatando lo que ocurrió aquel día desde que se decidiera a decidir las cosas mediante una moneda al aire, pero se puede resumir con unas palabras clave como: moneda - aire - ojo- puñetazo- grito - mamá - castigo.

Aquel día llegue a una importante conclusión: "Lo que a menudo consideramos justicia, es una injusticia cometida a nuestro favor". Esto es así ya que tanto los argumentos de mi hermano como los míos eran buenos, pero una moneda no tiene el poder de escoger entre uno u otro.

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